Contaría tantas cosas de todos estos días que no me daría la noche para ello.
Pero hay una que si me gustaría deciros, y es el resultado de la experiencia de estos días. Si alguna vez conseguimos estar en la famosa rueda de profesores y dar clase de verdad, por favor, no tenemos que olvidarnos de todos esos chicos que otros profesores han expulsado de la sociedad. Me refiero a chicos con verdaderos problemas y dramas familiares, a esos que como revientan las clases nadie les quiere, a los que son agresivos con los demás y por ello nadie les acepta, a los que estorban a los docentes que sólo quieren alumnos estudiosos, a los maleducados y malhablados. Se me cae el alma a los pies cuando hablo con alguno y consigo que superen esa barrera que se han puesto para no abrir sus sentimientos a los demás. Cuando les das un poco de confianza, te cuentan y entonces ves su sufrimiento. Se sienten excluídos. Están en una dinámica destructora hacia sí mismos, pues nadie ha dado un duro por ellos. Creo que tenemos un reto profesional y una obligación moral con ellos y con nuestra sociedad.
Ánimo, y al toro: "POR LOS CUERNOS".
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